EL ESPEJO DE LA JUANA
14 DE AGOSTO 1999
La Juana, era
una mujer buenísima, la mas buena de todas las mujeres que había en el mundo, y
así como era de buena también era de puta, bueno, al menos eso era lo que le
decían las señoras de “El Consuelo”, un pintoresco pueblito en la vía a la Costa
que para las vacaciones de invierno presentaba hermosos y vivos colores en su
calle principal que en aquel entonces era la única calle. Lo de puta no era por
cobrar por sexo, sino por que gratuitamente ya les había puesto de manera
horizontal a cada uno de los maridos de las señoras vecinas.
Claro el tema, Juana lo
trataba como un deporte, había oído decir que el sexo quemaba calorías y como
no le gustaban los aeróbicos....A parte de eso, que en vida de pueblo resulta
infernal, todos sabían que puta o no, cualquier, hombre, niño o mujer podía
contar con ella. Juana siempre estaba allí para ayudar, desde para hacerse
todas las guirnaldas y las humitas para la fiesta del pueblo, hasta para
prestarle plata a cada uno de los desdichados que venían a rogar y a contarle
historias para que les preste dinero que nunca le devolvían.
Su vocación de servicio era
tal que se había metido de partera cuando los del ministerio de salud habían
estado en el pueblo promoviendo los programas de medicina rural, Juana había
aprobado el curso. A partir de entonces, había atendido a algunas parturientas
sin cobrar nada por ello, y sin embargo nadie la hizo “madrina” de ninguno de
los niños que ayudó a nacer, mientras que la Sra. García que ya era bastante
vieja y gorda y cobraba 50 mil sucres por parto, era la comadre de por lo menos
una docena de mujeres del pueblo. A la Juana no le importaba “tanto” eso del
comadrazgo, sino el que la gorda García seguía teniendo mas pacientes que ella,
y solo la llamaban si la gorda no estaba en el pueblo.
Si se trataba del desfile de
la escuela rural que había en el pueblo, La Juana se ofrecía para cocer las
faldas y decorar las cachiporras de las chicas, y por supuesto la última vez se
preparo una para ella y se coló en el desfile como una mas de las estudiantes,
cuando la maestra rural se percató era demasiado tarde pues ya se había
atravesado todo pueblo que no tenia mas de un kilómetro de largo.
Si alguna vecina necesitaba
ayuda para recolectar los melones, las papayas, los mangos, las grosellas, o
las naranjas de las fincas, allí estaba ella para ayudar, y como si fuera poco,
de lo que recolectaba de su propia finca se pasaba haciendo mermelada para
regalar. Le llevaba mermelada al cura, a la gorda García, a la maestra de la
escuela, y hasta al policía de transito al que mandaban solo los fines de
semana a que se parara en la carretera con el radar para agarrar a los sapos
conductores que iban a mas de 100 en la ruta a Salinas.
Tenia una casa de caña y
cemento donde vivía sola por supuesto y donde no entraban sino los hombres que
ella deseaba dejar entrar, le había puesto un espejo pegado al techo que se le vino abajo en medio
del romance de una noche pero unió los pedazos y lo volvió a colocar, el amigo
que tenia en la cama quedó medio bruto por un tiempo por que le cayó en la
cabeza, pero se recuperó, como el espejo era de tamaño considerable ahora que
estaba roto se nutría con la fantasía de que eran varias las parejas que
estaban en su cama. Pero el espejo no era todo, había que ver las cortinas
rojas con flecos, los pósters porno y su colección de ropa interior, y ni que
decir de la música de rocola, que con mucho recato la ponía bajita, para que el
cura de la iglesia que le quedaba atrás justo de su casa, no se diera cuenta,
lo que no sabia la Juana es que no solo rechinaba la cama sino la caña de las
paredes.
Eso sí, cada 6 meses
religiosamente agarraba el transporte que venia de Playas a Guayaquil y se
dirigía al instituto de Higiene para que le vean lo del sida, hacía 30 años
ella se veía lo dela gonorrea y la sífilis, pero ahora la enfermedad que ella
había oído se llamada sida, no fuera que alguno de esos cabrones la hubiera
contagiado, ella tomaba sus precauciones, por que ella los hacia usar
preservativos. Lo que no sabía muy bien, era si para eso del sexo oral también
hacía falta usarlos. Era mejor prevenir y darse un paseo por Guayaquil y que la
viera el doctor, quien sabe y el doctor además de ser medico era guapo y
quisiera venir a conocer el espejo del techo de su cuarto....
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