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Este blog está creado para guardar todas las experiencias, reales o imaginarias; de afuera y de dentro de este mundo; de la familia Ayala de Guayaquil.
Serán apreciados todos sus aportes, siempre que se compartan con el afán de recopilar y guardar celosamente las tradiciones, historias, anécdotas, logros de nuestro linaje.
Este blog está creado para guardar todas las experiencias, reales o imaginarias; de afuera y de dentro de este mundo; de la familia Ayala de Guayaquil.
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Agradecemos las aportaciones que sobre Historia, Pintura, Música y Arte en general se hagan a este blog.
Y, por supuesto, salvando la honorabilidad y el buen gusto.
miércoles, 23 de enero de 2013
Entrevista a la Guga Ayala
¡La mano se movía sola!
Cuenta que desde muy pequeña se acostumbró a lo extraño. En su casa, ubicada en Cañar y Azuay (donde actualmente funciona la clínica Alcívar), funcionaba un hospital psiquiátrico manejado por miembros de su parentela.
En reuniones familiares escuchaba historias de fantasmas y misterio. No le daba miedo, lo veía como algo normal. Sin embargo, la experiencia que le cambió su vida ocurrió a los 14 años, cuando estudiaba en el colegio Dolores Baquerizo. Angelina Ayala reconoce que no fue la mejor de las estudiantes.
En una ocasión tuvo que rendir un examen. Si no le traiciona la memoria, era de Historia. Admite que “no sabía nada”, pero se sentó sobre el pupitre, agarró lápiz y papel, esperando de alguna forma completar la prueba.
De un momento a otro, su mano empezó a moverse, carente de voluntad. Independiente, fuera del control de su mente, la extremidad llenaba cada una de las preguntas del cuestionario. Terminó el tiempo y entregó la evaluación. Luego recibió la noticia, había obtenido un 18 sobre 20. Pero no era ella. Le enseñó el examen a su padre, Arcadio Ayala Cabanilla, quien me vigilaba desde uno de los cuadros de la pared. Su progenitor le reclamó por haber hecho trampa ya que esa no era su forma de escribir. Y ella le explicó lo sucedido. Don Arcadio entendió. Como experto masón y conocedor de parapsicología, él le dijo que ese fenómeno no era otra cosa más que “escritura mecánica”, en la que espíritus o energías se comunican con el ser humano de forma escrita.
La “Guga” desarrolló esta habilidad. Se concentraba, esperando que su mano escriba. Era el medio de contacto con seres del más allá. Inquieta, ella quería saber más acerca de lo sobrenatural.
Al mismo tiempo, con su papá hizo sesiones espiritistas, práctica que realizó hasta los 23 años, cuando falleció su progenitor. Por aquella época, se inició en la lectura del tarot y con la bola de cristal.
Ella recuerda que, así como familias se reunían a jugar naipes y a conversar tomando café y galletas, sus parientes lo hacían en una hacienda ubicada en el barrio Las Peñas, pero para celebrar sesiones ocultistas.
Ellos tenían un libro grande, escrito alrededor de los años 1905 y 1907, en el cual estaban registrados muchos fenómenos y premoniciones, entre ellos, que Eloy Alfaro sería nuevamente presidente y que luego moriría arrastrado por las calles. Lamentablemente dice que cometió el error de prestarle el libro a un amigo, quien nunca se lo devolvió.
Sus espíritus
Aprovecha y aclara que hay que tener respeto por estos rituales y que por ejemplo no se debe jugar a la ouija, ya que ésta atrae espíritus malévolos. Y en efecto, la bruja dice que existen espíritus buenos y malos, así como energías negativas de seres vivos que son transmitidas a otros. En ese instante, la “Guga” indica que las energías de sus seres queridos fallecidos se encuentran regadas por toda su casa, en sus muñecas y otras figuras de porcelana, en los cuadros colgados de la pared. Ella asegura que la protegen de los “vivos”. Recuerda que hace poco tiempo estuvo con varias amigas, solo mujeres, en una reunión en su casa. Había dejado la puerta abierta y un ladrón con revólver en mano se metió a robar.
El pillo las sorprendió en el comedor, pero solo alcanzó a llevarse un teléfono celular, ya que extrañamente comenzó a ponerse nervioso y salió despavorido de la vivienda.
En el patio trasero suele aparecer el fantasma de un amigo de la familia, siempre bajándose de la pared. Amigos de su hijo Juan, rara vez suelen quedarse hasta tarde en este inmueble ya que los muertos los hace salir corriendo.
Evitó decir el nombre de una mujer, que según señala, es muy conocida en Guayaquil, quien llegó a su casa para pedirle prestadas las cartas del tarot. La chica se quedó afuera de la vivienda, mirando por la ventana. Mientras la “Guga” fue a ver los naipes, escuchó que la joven pegó un grito. Al salir a ver lo que pasaba, su amiga le dijo que vio el fantasma de una mujer alta, vestida de blanco, bajando por las escaleras y que repentinamente desapareció.
La vidente le explicó que era el espíritu de su madre, Mechita Mármol, quien siempre le decía que no preste las barajas.
Con Jorge Luis Borges
Por ética profesional y para guardar son sigilo la identidad de sus clientes y personas que recurren a ella, Ayala no revela sus nombres. Me hice cómplice de su silencio. Se sabe que ella ha atendido a ex presidentes de Ecuador y otros países, a personajes famosos de aquí y del exterior.
Solo comenta su experiencia con Jorge Luis Borges, el renombrado escritor argentino, ya que su amistad con él fue conocida. No recuerda el año exactamente, pero cree que ocurrió a mediados de los 70, cuando ella estuvo en Quito para una exposición de escritores internacionales.
Mientras conversaba con varios amigos e intelectuales, llegó María Kodama, la secretaria y esposa del poeta nacido en Buenos Aires. La “Guga” no sabía quién era ella. La “desconocida” le dijo que Borges quería que le lea el tarot. La Bruja, admitiendo que suele ser despistada, pensó que se trataba de su buen amigo Alberto Borges, el “Gallo del Cerro”.
Como creyó que era su “pana” de Ecuavisa, le respondió a la mujer: “dígale que lo veo a las doce de la noche”.
Pasaron las horas y ella fue a la cita. Cuando llegó a la habitación del hotel donde estaba hospedado, se dio cuenta de tamaña equivocación. No era Alberto, era Jorge Luis, el literato mundial. Luego de pasar la ingenua vergüenza, Ayala empezó a leerle los naipes. Le contó sobre su pasado y futuro. Borges medio incrédulo le preguntó: “¿cómo sabes todo eso?”. La bruja respondió: “es lo que sale en las cartas, ¿no puedes ver?”.
“¡No te has dado cuenta que soy ciego!”, contestó el argentino. Nuevamente la “Guga” había “metido la pata”. Entonces tuvo que describirle cada naipe y explicarle su significado, en una sesión que duró hasta las cuatro de la mañana.
De esta experiencia nació una gran amistad entre ambos, la cual perduró hasta que falleció el escritor en 1986. La psíquica le solía enviar las predicciones en cassetes, por vía aérea; al igual que lo hacía con otros clientes extranjeros.
Según indica, la lectura del tarot se la debe hacer máximo dos veces al año. Que el destino no cambia al barajar las cartas frecuentemente. De hecho, critica a quienes juegan con la desesperación de la gente y su bolsillo, incitándolas a gastar dinero en “largos tratamientos” y supercherías para erradicar “todos sus males”, haciendo que bañen y curen hasta al perro de la casa.
Muchas veces provocan temor en las personas al leer incorrectamente los naipes o dándoles significados diferentes a las imágenes; por ejemplo a la de la Muerte, la cual puede significar fatalidad, como el inicio de cambios positivos en la vida.
La pregunta indebida
Habían pasado casi dos horas desde que empezamos la entrevista. Era momento de irme. En mi cabeza martillaba la última pregunta, la que quería hacerle desde el inicio de la conversación, pero por recelo no me atrevía. Al final, más pudo mi curiosidad y la intriga. Me paré desafiante y tal cual político demagogo sobre una tarima, agité mis manos y le pregunté:
-“¿Y no me va a asustar?, ¿no que en esta casa penan?”.
La “Guga” volvió a reír, agarró el tarot y cerró los ojos por un momento. Al abrirlos empezó a mostrarme los naipes uno por uno y a narrar hechos de mi pasado y presente, con una exactitud sobrecogedora. La interrumpí para argumentarle que para que funcione la cartomancia, yo tenía que partir el mazo. “No es necesario, te tengo aquí presente y ya sentí tu energía”, comentó tajante. Eran las dos de la tarde, pero parecía que había caído la noche y la luna entraba plateada por la ventana.
Ella acertó al hablar sobre mi adolescencia, mi familia y mi trabajo; describiendo inclusive las amenazas que existen en mi entorno, con un realismo mágico elocuente. Me sentí arrinconado contra la pared, rogando para que no salga la carta de la muerte. ¡Era lo único que faltaba! Afortunadamente me dijo que no me preocupe, que todo iba a salir bien.
Aún exaltado, me despedí de ella. Estaba cómodamente entumecido por las palabras de la “Guga”. Apresurado por cruzar la puerta que da a la calle, me di la vuelta ante el llamado de la bruja, quien me dijo:
-“Siempre serás bienvenido, pero la próxima vez, te invito a que te quedes solo en esta casa”.
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Tomado de
ResponderEliminarhttp://www.extra.ec/ediciones/2010/07/11/especial/los-espiritus-de-la-bruja/